sábado, 15 de marzo de 2008

ELLA / ESO - Cuota Nº 2

(viene del 02/03/08)
Traspasé el umbral teniendo especial cuidado en no rozarla, lo que me costó cierto trabajo. Allí por fin lo vi a Daniel, que sostenía entre sus manos una canilla bastante oxidada.
Nos pegamos un abrazo (más, él a mí con la canilla en realidad) al tiempo que nos saludamos entre gritos de alegría y brutalidad natural a nuestra familia. Hacia cuatro años que no nos veíamos; desde el día que se fue a estudiar a la ciudad, para ser exacto.
En segundos nos pusimos al tanto de ciertos puntos de nuestras vidas.
¡Sentate, cabezón! -vociferó- Perdoname... lo que pasa es que estaba acá en medio de... esto – dijo y extendió sus brazos. – Los presento... (“Si, por favor...” pensé): Él es mi primo Angel, de mi pueblo (... bien...).
¡Nos criamos juntos con este loco! ¡Eras un nabo, vos! (... buenoooo ... seguí por otro lado!..) ¿Te acordás? (... No quiero).
Ahí no se me ocurrió nada mejor para cortarlo que atarme un cordón... que no estaba desatado. Si... yo sé... pero por una milésima los distraje.
Ella dio un paso al frente y me tendió lo que podría definir como la mano de un obrero portuario. La verdad es que nunca me detuve a observar las manos de estos señores, pero calculo que han de ser fuertes, callosas, con los nudos muy marcados. Esta en particular era todo eso y más. Pude observar cicatrices que bien podrían haber llegado ahí luego de dar tremendas trompadas contra un buque pesquero.
El apretón tengo que definirlo como lo más fuerte que he sentido luego de aquel golpe que me di a los 12, cuando me caí de la bicicleta por un barranco; digamos que en sus movimientos no aprecié atisbo de delicadeza.
Junto al saludo de mano, me dio con la izquierda un golpe en el hombro que me hizo acordar al tío Eduardo. Y agregó:
-¿Así que vos sos el primo de este? ¡Flor de tripa sos vos!-.
No supe que responder a esa expresión.
¿Qué sabía esta señora de mí? ¿Daniel le habría contado algo? ¿Qué cosa?
A toda la impresión que me había causado en un principio ahora debía sumarle esta incógnita. No podía quedar mal (o peor) y menos deschabarme. Así que arremetí con toda mi artillería pesada. Usando todo mi potencial le dije:
-¿Te pierde la canilla?
-¿Qué...?
–titubeó él
-... ah, sí. Esta porquería me tenía podrido, pero ahora que Dora me la cambió...
¡DORA! ¡Dora se llama! –pensé.
Por fin me decía su nombre. Dora... dora... dorada... como sus cabellos. Apenas recuerdo que Daniel me siguió contando acerca de la canilla y de cómo se le llenaba el balde de 12 litros en una noche, por la pérdida... pero no mucho más.
Recommended Soundtrack: "What A Difference A Day Makes", Jamie Cullum.

1 comentario:

  1. Jajaja, el estado de enamoramiento nos hace caer a la vez en un estado de estupidez-obnubilación... Lo tuyo es la risa, Manko, eso es definitivo!

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