viernes, 11 de abril de 2008

Cacería (1ros. tiros)

En la carrera perdió la campera que traía enganchada a la correa de su mochila.
Pero no podía detenerse.

Esos dos hijos de puta que comenzaron a seguirlo pasando la loma ya lo estaban alcanzando, así que "¡Adiós camperita de la secundaria!".
Comenzó siendo una caminata sospechosa la de estos tipos. Es cierto que ahora no te podés confiar en nada ni en nadie y todo movimiento es detonador de miradas y sospechas.
También es cierto que el Tucán nunca se destacó por su valentía.
Al rato habían apurado el tranco y estaban muy cerca cuando él comenzó a trotar para terminar corriendo hacia algún santísimo lugar que lo salvara.
El gran problema era que recién habían cruzado la vía y el barrio estaba a unos trescientos metros, por lo que, para estar a salvo debía atravesar el descampado. Ni el monte podía salvarlo ahora, pues lo habían cortado hacía una semana. Encima debía sortear los obstáculos que significaban todas las plantas caídas (enteras o cortadas en grandes tortas) sumado a todo el ramerío esparcido por el suelo.

Esto podría haber servido de escondite, de no ser por las últimas luces del atardecer que hacían muy visible su remera de colores fucsia y amarillo casi ofensivos. Se maldijo por no haberse puesto la de Def Leppard pero esa la tenía ahora su mamá; además, los otros pibes se reían de él cuando la usaba. Pendejos de mierda.
Al saltar sobre una rama se enganchó la zapatilla y cayó al suelo, rodando entre unos troncos bastante duros para su espalda y su cabeza, por cierto.
El corazón latía a una velocidad increíble.
Los sujetos ya estaban casi sobre él cuando retomó su carrera con una zapatilla a medio salir, hecho que lo entorpecía de tal manera que optó por dejarla tirada.
A través de la media cruzaron varias espinas que le hicieron sentir un dolor insignificante ante el pánico que estaba viviendo como nunca en su vida. ¡El tema era la velocidad que estaba perdiendo! El cansancio estaba aturdiendo sus piernas, especialmente.
En su desesperación, tomó una decisión: armarse y enfrentarlos.
Detuvo su apresurada marcha y se agachó a tomar del piso lo primero que encontrara.
Así que agarró una pobre ramita con algunas hojas (¡no había nada mejor en un radio de diez metros cuadrados!) y en un ataque de coraje asustado (o de susto corajudo) giró sobre si y corrió hacia sus perseguidores.
Tamaña sorpresa la de estos, que venían casi pisándole los talones y al ver que les caía encima.
Cuando el Tucán estuvo a centímetros de los dos, que ya habían frenado "en seco" y todavía no había llegado a sus cabezas una reacción acorde a la situación, comenzó a propinarles latigazos con la ramita. Atinaron a defenderse pero al instantes estaban cubriéndose como podían, principalmente la cara.
Así el Tucán se cebó y se animó a recoger del piso una rama mucho más gruesa. El primero de los castigados recibió en la mandíbula el golpe de aquel palo de unos 4 cm. de espesor, lo que lo dejó fuera de combate instantáneamente.
El otro todavía estaba restregándose los ojos por la paliza de hojas y ramita que lo habían dejado momentáneamente ciego cuando ligó tremendo palazo en el medio del pecho.
Cayó hacia atrás, tropezando con algún palo y fue a dar con la cabeza contra el nudo de una raíz que tenía a sus espaldas. Knock out para él.
Recién allí el Tucán respiró profundamente y se agachó, como para descansar un poco todo su cuerpo. Pero no era cuestión de regalar minutos.
Sintiendo que por sus piernas la sangre corría un cambio más bajo, se fue trotando y mirando hacia atrás cada 20 o 25 mts.
Nada. Ningún movimiento.
¿Quiénes serían esos tipos?
Eran unos muchachones que bien podrían tener la edad de él, tal vez un poco más. Nunca los había visto en el pueblo.
¿Por qué lo siguieron de esa manera? En ningún momento dijeron una palabra, más allá de algunos "Ayes" durante la seudo paliza enramada.
En pocos minutos llegó a su casa, en el centro mismo de uno de los tramos del Barrio Federal. Las luces del alumbrado público (que gracias y apenas pasaba por la esquina) ya estaban encendidas.
No había llegado mamá Mónica todavía.
"La vieja debe estar por llegar", pensó.
Se tiró en su cama, empapado en sudor ya helado y quedó mirando el techo. Miles de ideas se cruzaban por su cabeza pero ninguna con la coherencia suficiente para convencerlo del motivo que esos dos tenían para seguirlo.
Lo primero que pensó fue que era un simple afano, pero con el transcurso de los minutos cada vez dudaba más de ello.
Y esos rostros de ninguna manera podían ser de por ahí. Para él, que conocía todo el pueblo (chico) por su trabajo de barrendero, no le resultaban familiares.
¿Qué podían querer de él?
Su cuerpo se fue relajando poco a poco, hasta que (muy a pesar suyo) el sueño lo venció. Ya no iría a visitar ese día a Facundito, tal como le había prometido el martes.

Recommended Soundtrack: "Becoming", Pantera.

TAL VEZ CONTINUE...

1 comentario:

  1. ¿Cómo "tal vez"?
    ¿¡Cómo "tal vez"!?

    Mirá que te corro eh, mirá que te corro!

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