jueves, 22 de mayo de 2008

Loco de Amor (2do. giro)

(viene del día 29 de abril)

Corre una suave brisa que hace parpadear al visitante, quien se agacha a olfatear un jazmín. Sin dejar de observarlo, pregunta:
- Los señores... ¿conocen a “La Negra” Rosello? –y se incorpora, tomando una pose correctamente erguida.
Tanto Norberto como Coco no salen de su sorpresa. Cada uno de ellos imagina lo que puede estar pensando el otro. Pero los reflejos de Norberto responden (no puede dejar pasar la oportunidad de saber algo de esta persona):
- ¿Y a qué viene la pregunta, Don...
- Mastandrea. Irineo Mastandrea, para servirle –haciendo un ademán algo anticuado hoy en día
–Les pregunto porque hace mucho los veo acá, en el barrio y me han inspirado alguna confianza.
- Pero mire lo que son las cosas, Mastandrea. Nosotros no conocemos mucho de su vida, y comentábamos eso justamente!
- Je... al mundo nada le importa... ¡Yira!... ¡Yira!...
Se produce un silencio que trae a los amigos más incógnitas. Prosigue el loco:
- Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor.
Coco permanece en silencio, observando cada movida que les ofrece este personaje que se está dando a conocer así como así.
- Vea, Don. Por mi parte le digo que nunca escuché hablar de esa señora... ¿Cuál es su nombre de pila?
- Acaso se llamara solamente María..! No sé si era el eco de una vieja canción, pero hace mucho, mucho, ella fue hondamente mía sobre un paisaje triste, desmayado de amor...
En medio de un gran esfuerzo por no reír, Norberto mira de soslayo a su amigo y le pregunta por esa mujer, para salir del paso.
- mmm... –piensa Coco – La verdad que no me suena... Tengo buena memoria pero... tal vez se ha mudado?
- Era más blanda que el agua, que el agua blanda, era más fresca que el río, naranjo en flor. Y en esa calle de estío, calle perdida, dejó un pedazo de vida y se marchó...–. Mastandrea enmudece y su mirada se nubla. Una mueca triste se aloja en sus labios.
Las palabras que utiliza este fulano les son familiares a los vecinos y “leen” en sus modos la tonalidad musical. En un rápido cruce de miradas firman la complicidad.
- Se ve que es importante esta muchacha en su vida –tira un anzuelo Coco.
Norberto ya no sonríe. Presta especial atención. El visitante reanuda su “declaración”; la voz ahora expresa una gran angustia.
- ¡Soy una canción desesperada...! ¡Hoja enloquecida en el turbión..! Por tu amor, mi fe desorientada se hundió, destrozando mi corazón. Dentro de mí mismo me he perdido, ciego de llorar una ilusión... ¡Soy una pregunta empecinada, que grita su dolor y tu traición..! –bajando sus párpados y apretando los puños cerrados contra su pecho, en una expresión exagerada a la mirada de sus interlocutores.
La suave brisa ha mutado a una ventisca fresca; hace que todos lentamente busquen refugio bajo el porche.
El dueño de casa invita a los otros a sentarse en las sillas que ha traído rápidamente, temiendo perder algún detalle. Sopla las brasas: -Y... las penas de amor... son ásperas.
Mastandrea se acomoda en una sillita de madera de tres patas. Es algo graciosa su imagen, de hombre mayor pero bien erguido (y trajeado) sobre ese descanso. Su voz se escucha despejada, pero entonada en la tristeza:
- Tengo el corazón hecho pedazos, rota mi emoción en este día... Noches y más noches sin descanso y esta desazón del alma mía... ¡Cuántos, cuántos años han pasado, grises mis cabellos y mi vida! Loco... casi muerto... destrozado, con mi espíritu amarrado a nuestra juventud.
- Ah! –retorna atropellando, Norberto –Entonces esto no es de ahora! Digo, lo que le pasa con esta dama...
- No debí pensar jamás en lograr su corazón y sin embargo la busqué hasta que un día la encontré –suspirando –
La vi pasar, tangueando altanera con un compás tan hondo y sensual, que no fue más que verla y perder la fe, el coraje, el ansia 'e guapear...
- Paaah... –sonriendo Norberto lo interrumpe, restregándose las manos– ¡Qué pedazo de señora ha de ser! ¿No? Porque me la imagino...
- ...La luz de un fósforo fue nuestro amor pasajero –el loco no se detiene y el comentario queda en el olvido. Su mirada está perdida en un punto que solo él ve (para los otros dos sus ojos están en una canaleta de la casa) –
Duró tan poco... lo sé... como el fulgor que da un lucero... La luz de un fósforo fue, nada más, nuestro idilio. Otra ilusión que se va del corazón y que no vuelve más...

Banda de Sonido Recomendada: a detallar en el 3er. giro de esta…


1 comentario:

La gente es mala... ¡y comenta!