martes, 29 de abril de 2008

Loco de Amor (1er. giro)

El viejo ciruelo que sobrevive a un lado de la casa les da la sombra necesaria por estos días de primavera.
El mate va y viene sin pausas, siguiendo el ritmo de la conversación.
- ¡Te digo que es loco! –dice Norberto muy seguro de sus palabras.
- No puede ser... –lo contradice Coco –
Te lo reconozco: es raro! Pero loco, no.
- Mirá: desde que tengo uso de razón este tipo andaba por la calle, con algún cable medio pelado. Me acuerdo que con los chicos lo seguíamos y le hinchábamos las bolas porque vivía en el caserón de la avenida, cerca del correo. ¿No te acordás?
-
Si, si. Pero... con eso qué?
- ¡Que ya se notaba que había sido “arrancado verde”! Me acuerdo que íbamos todas las tardes a golpearle la puerta y nos escondíamos detrás de las ligustrinas. Le gritábamos cosas... ya ni me acuerdo qué. Éramos unos borregos de porquería –Norberto aplaca un poco sus ánimos. Siente culpa –
Pobre loco..., él ni se mosqueaba.

Como todos los sábados se juntan a tomar unos verdes. Son vecinos desde hace más de 10 años.
En las mateadas los temas tratados son diversos. Se apasionan especialmente cuando gira la pelota, ya sea de fútbol o del gobierno de turno.
Tremendas discusiones suelen tener cuando se habla de política; más que con el deporte de las multitudes. Vienen de familias de tradición partidaria opuesta. Pero eso no hace que se resquebraje la relación. Al contrario.
La planta de Coco los cobija cada sábado desde que este enviudó, a mediados de los 90’s. El otro es un divorciado con una poderosa negación a cualquier tipo de relación. “Las minas son pa’cagadas” sostiene cada vez que se habla del tema. Dos solitarios aceptando su situación.

- Qué se yo... Observalo ahora ¿Qué está haciendo? –pregunta Coco fijando su mirada en la vereda de enfrente.
- ¿Será una nueva parada? –responde preguntando su amigo.
Ambos ven que está sentado en el umbral del ventanal de la vieja funeraria (cerrada hace años), inmóvil.

Al igual que todos los fines de semana, lleva puesto su antiquísimo traje a cuadros, impecable; y la corbata verde musgo.
- Pensar que el loco “Solapa” supo tener sus buenos mangos... –agrega Norberto.
-
Aha... Pero de un día para el otro, se despojó de todo. ¿Te acordás el Rambler que tenía? Dicen que se lo regaló a un sobrino o algo así. Era un 0 km... ¿te imaginás lo que era por aquellos años...?
-
Che... ¿estará jubilado este? ¿Qué hacía?
- Me parece que era municipal. Pero no estoy seguro. Viste que no se trata con nadie –Coco abandona la pava en el piso. El mate sigue en sus manos.
-
No... y nadie sabe mucho más de él.

En ese momento, el observado se pone de pie, prende el último botón de su saco y se encamina hacia los dos vecinos.

Inmensa es la sorpresa de estos al ver que en un ademán que bien podría ser de un caballero de la vieja escuela, el loco “Solapa” abre la tranquerita de madera, acceso a la propiedad de Coco.
Al detenerse a un par de metros de los boquiabiertos, carraspea y con un notable vozarrón algo dispar a la apariencia de este hombre mayor dice:
-
Disculpen... ¿puedo hacerles una consulta?
Ninguno de los dos atina a responder. ¡Acaban de conocer la voz del loco “Solapa” y no salen del asombro!
El hombre se acomoda el nudo de la corbata.
Observa sonriente las flores del jardín.

Banda de Sonido Recomendada:
Cualquier milonga... por ahora. Este viene con una graaaannnn banda de sonido, que detallaré al final.

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